Hay tradiciones que se convierten en tal por el hábito repetitivo de llevarlas a cabo, y porque el placer que nos reportan hace que nos resistamos a renunciar a ellas allá donde estemos.
Un claro ejemplo de ello es la siesta. La costumbre de descansar y dormir un ratito después de comer tiene años de historia en la cultura española, y es algo que a pesar de que la vida actual nos invita a dejar a un lado, permanece entre nosotros proporcionándonos un enorme placer.
Es algo que sucede cada día del año, pero en verano resulta mucho más placentero, porque las posibilidades de disfrutarla no se limitan únicamente a la cama o al sofá, sino que la siesta se extrapola al jardín, a la playa… o a cualquier otro lugar.
La siesta reparadora solo debe durar unos minutos y por esa razón no requiere una preparación como el sueño de la noche, y la podemos disfrutar en cualquier lugar improvisado.
Aunque ya se sabe eso de que como en nuestra cama no se está en ninguna parte, y hay quien a pesar de todas las opciones que el verano nos brinda, no renuncia a unos minutos de colchón.
Para ellos también existe la posibilidad de convertir en su lugar de relax una cama de día, que en otro momento puede actuar como sofá.
Tras la comida, el sofá nos proporcionará la comodidad necesaria para disfrutar de un cómodo momento de relax.
Pero las buenas temperaturas que disfrutamos durante toda la jornada en el verano, hacen que la siesta pueda ser mucho más especial, pudiendo soñar en una hamaca como esta.
La siesta en el exterior nos hará disfrutar de las caricias de la brisa del mar mientras cogemos fuerzas para afrontar la segunda parte de la jornada.
Las formas de vida están cambiando, pero hay costumbres y tradiciones que por lo que significan y por lo que nos reportan deben conservarse para siempre.
Fotografías: Portobello, Potterybarn, Graham & Green, Banak Importa
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