Un
perchero que es una cabeza de perro no sirve para quitarse la gusilla de querer compartir la vida con un cánido pero con uno de éstos tampoco hace falta compartir las salidas nocturnas, los pelos, las babas, los gastos, los olores…
En fin, que son muy monos cuando los tiene el vecino de en frente o cuando vemos uno por la calle y nos pone ojitos de “¿A que tengo una cara adorable y te dan ganas de darme un achuchón y subirme a tu hogar hasta que la muerte nos separe?”
Pues sí pero ohhh lástima que no va a poder ser, me quedo con la
percha que además me sujeta el bolso y aunque no es gratis se amortiza rapidito.
Vía:
Bem Legaus