No sé muy la razón por la que ciertos colores despiertan en mí sensaciones positivas. Supongo que a todos nos pasa igual. Ciertos colores nos atraen mientras que nunca elegiríamos otros para decorar el hogar. El turquesa siempre ha sido uno de mis preferidos. Decorar alguna de las paredes del hogar con este tono puede ser una opción diferente y agradable.
El turquesa combina varias sensaciones. Es un tono especial, diferente y original. No es demasiado habitual en la decoración de interiores. Quizás pueda resultar un poco arriesgado. Yo lo veo como un tono muy primaveral, ya que aporta mucha frescura sin resultar cargante. Además es un color divertido y relajado, para que aquellos que buscan algo más que el blanco de toda la vida.
Sin embargo, es precisamente el blanco la mejor ayuda del turquesa. La combinación de ambos puede resultar sumamente atractiva. Si domina el turquesa, nada como optar por el blanco para los muebles y los complementos. Se genera un espacio muy animado con un punto juvenil sin resultar escandaloso.
El turquesa se queda a medio camino entre el verde y el azul, pero su suave tonalidad lo aleja de otras propuestas más arriesgadas y el resultado con una buena combinación puede ser óptimo. Además del blanco, que es sin duda su mejor compañero, podemos incluir pequeños detalles en negro. Pero sin pasarnos, ya que el resultado final con demasiado negro podría ser demasiado chirriante.
Si consideramos que un turquesa para las paredes es excesivo, otra opción es combinar este tono con el blanco, y que este último lleve la voz cantante. Así, nos aseguramos de que el ambiente vaya a ser agradable sin riesgos de cansarnos de la decoración. Por último introducir pequeños detalles en amarillo o verde, puede ser la guinda para este interior turquesa que hoy os proponemos.